Comerciales del
siglo pasado.

Informática


Por su sonrisa

El desconocimiento de lo que era un ordenador y para lo que servía, en algunos casos, llegaba a lo ridículo, inclusive en personas con más estudios que los que teníamos nosotros.

Estábamos todos en la sucursal pendientes de terminar de rellenar unos papeles cuando se abrió la puerta y entraron dos personajes.

Uno iba vestido normal para la época, en pleno verano, con una camisa y unos pantalones cortos. Pero el otro daba la sensación de haber salido de una película americana con una camiseta esport y unos pantalones bombachos. Naturalmente que todos pueden ir como les de la real gana, ¡no faltaba más! Pero no parecía que fuera lo que nosotros esperábamos para una persona que va a comprar un ordenador que le va a costar millón y medio de pesetas.

Salió a atenderlo mi compañero J.Ch. Que tengo que decir que era una de las personas más educadas que he conocido. Para comprender lo que pasó tengo que hacerlo con la conversación entre el futuro cliente y mi compañero.

-¡Buenos días! -dice el cliente- vengo a comprar un ordenador.

-¡Buenos días! -contesta Ch

-Vamos pues -sigue el cliente- enséñeme que es lo que tienen.

-¿Me podría decir para que lo quiere?

-Eso es cosa mía, usted enséñeme lo que tienen y si me gusta firmamos el contrato y en paz.

-Perdón señor, pero yo tengo que conocer para que lo necesita para poder aconsejarle en la compra.

-Bien, pues lo quiero para saber cuanto me roban los bancos. Enséñeme y ya decido yo cual me interesa.

-Pero señor, previamente tendríamos que hacer un estudio porque la máquina necesita una programación para desempeñar la función para la que usted la va a utilizar.

-Me da la sensación de que usted no me quiere vender la máquina.

-¡Por favor! Ni mucho menos. Lo que no quiero es engañarlo vendiéndole algo que no le va a servir para nada.

-¡No tolero que se me engañe! Usted me ha visto como vengo vestido y se piensa que voy de cachondeo. ¿Que pasa? ¡Que no le gusta mi sonrisa! ¡Pues a mi no me gusta la suya!

Y con estas el cliente y su acompañante salieron enfadados por la puerta.

Todos nos quedamos con la boca abierta sin entender que es lo que había pasado realmente.

Pero la cosa no terminó aquí.

Cuando llegó nuestro director y se le explicó lo que había pasado, estuvo un rato pensando y después dijo.

-¿Este señor dejó alguna tarjeta?

-Si -contestó Ch- aquí está.

En la misma ponía un nombra y la dirección de un gabinete de abogados de la calle de la Paz, que estaba muy cerca de nuestra sucursal.

-Señor Penella -le dijo a uno de los compañeros- véngase conmigo que vamos a ver a estos señores. Ch, no le digo que venga usted porque igual siguen enfadados y puede resultar contraproducente.

Y los dos salieron a enfrentarse con este señor.

¿Que pasó? Pues que regresaron con una máquina vendida ¡y pagada!

-¿No quería una máquina? -dijo Rego- pues ya está. Sobre la marcha le iremos haciendo lo que nos vaya pidiendo.

Por cierto que la máquina si que la quería para ver lo que le robaban los bancos.

Era un hombre muy extraño pero con una inteligencia superior.

Un día que fue nuestro compañero Penella para ir tomando nota de lo que se le tenía que programar a la máquina, antes de ponerse a trabajar el al cliente le apeteció tomarse un café, invitó a Penella y se fueron a tomárselo....a Madrid.

Cosas de la época.

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Música: Himno de la Comunidad Valenciana.
Refrendado por los Alcaldes de Alicante, Castellón y Valencia, en el año 1.925 con letra de Maximiliano Thous Orts, y musica del maestro José Serrano Simeón.
Una selección de las mejores músicas populares de la Comunidad Valenciana.

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