Comerciales del
siglo pasado.

Informática

Ventas ¿peligrosas?

Hay veces que los clientes se hacen amigos y otras en que los amigos se hacen clientes.

Las personas que he recomendado para trabajar a lo largo de más de 45 años, harían un grupo importante. Normalmente han respondido. En muy contadas ocasiones me han dicho que no estubieran satisfechos con las personas recomendadas.

M.P y F.S. eran clientes y amigos. Había dado la cara por ellos diciendo en una reunión de ventas, en la que preguntaban que opinaban de la empresa, que yo creía que eramos unos “cataplasma” porque no teníamos palabra. Me llamó el director a su despacho y al preguntarme que quería decir con aquello, le contesté que si un director ha prometido algo a un clientes, que anuló la compra de otra máquina por estar con nosotros, es increible que su sustituto le diga que él no tiene por que cumplirlo, me parecía una bajeza comercial y un desprestigio para la marca.

Estuvo relativamente de acuerdo conmigo pero, según él, el anterior director se había extralimitado en sus concesiones y había prometido hacer un software y no estaba dispuesto a mandar a un analista a Valencia para que lo hiciera.

-Tenemos una solución -me dijo.

-¿Y cual es? -pregunté.

-Usted se va a quedar en Madrid esta semana. Tiene todos los ordenadores a su disposición. Hágales usted el programa ya que conoce lo que ha de hacerse.

-Pero señor S. yo no se programar. Lo único que he programado es la calculadora C 7000, pero de assembler no tengo ni idea.

-Ese no es mi problema. También ha de tener en cuenta que a su compañero (el traslado a Madrid de él es lo que había motivado el lío) no puede molestarlo durante las horas de trabajo. Cualquier cosa que quiera lo llama por teléfono por la noche a su casa. Está usted dispuesto.

-Si señor.

Y de este lío es del primero en el que me vi metido.

Por supuesto que se hizo el programa y funcionó. Casi todo se realizó por el sistema de, viendo la fuente de uno parecido, ir quitando cosas, ver donde fallaba y cambiándolo, ir terminando la aplicación para que les funcionara. Si luego se tenía que rectificar alguna cosa, ya se haría en Valencia. Tener en cuenta que las instrucciones eran más o menos así EB07 7000.

Pero bueno, la historia que nos ocupa es la que pasó una tarde en que fui simplemente a visitarlos. Algo se notaba en el ambiente que hacía que la tensión se cortara. Nadie quería hablar y ellos estaban cerrados en uno de sus despachos. Por fin, uno de los muchachos de la oficina me contó el follón.

No estaban seguros de si eran unas personas que habían despedidos o algún cliente que estaba ofendido con ellos, pero habían recibido una nota en la que se les amenazaba con matarlos. Decía algo así.

“Ya podéis esconderos pero alguna de las veces en que salgáis del almacén estaremos con la escopeta esperando”.

Los dos estaban que no sabían donde meterse. Querían salir pero no se atrevían y no querían llamar a la guardia civil porque sería una mala prensa y estaban nominados para entrar en un grupo de empresarios importante.

Se abrió la puerta del despacho en donde estaban los dos y salió la mujer de un amigo a la que yo había metido en esta empresa.

-Paco -dijo- P y S me dicen que si puedes pasar a hablar con ellos.

-Voy.

Y entré en el despacho.

-Siéntate Paco, -dijo S- supongo que te habrán contado el problema que tenemos.

-Y ¿qué te parece?

-Pues una tontería. Eso es alguien que os ha gastado una broma o si no lo es, simplemente que os quiere “acojo...”.

-Si pero ¿y si no lo es? Ten en cuenta que la centralita recibe llamadas telefónicas diciéndole cosa como “sabemos que están en su oficina”, “han entrado a las siete y media”, etc...

-Verás -dijo P- hemos dicho que si alguien se atreve a sacarnos metiendo primero el coche en el almacén, nosotros entramos y nos agachamos y ya nos sacan. Después ya veremos si contratamos un detective o cual es la solución, pero ahora lo importante es salir.

-Verás Paco -dijo S- es que ha entrado G. y nos ha dicho que tu seguro que nos sacarías porque eres muy valiente porque no crees en Dios.

Me quedé con la boca abierta, esta muchacha no estaba bien de la cabeza, ella que sabía si yo creía o no creía y si era así que tenía que ver con que alguien fuera valiente o cobarde. En fin, me reí un rato, bajé a por mi coche, lo metí en el almacén y saqué a la pareja. Ni pasó nada en ese momento, ni después tampoco.