Comerciales del
siglo pasado.

Informática

Magia

Nuestro primer director, aparte de ser el mejor comercial que he conocido, era un estudioso de los fenómenos extraños y de otras dimensiones y seres.

Un día, especialmente productivo en cuanto a ventas en el que estábamos todos contentos, nos dijo que antes de irnos por la noche, haríamos un experimento.

Conociéndolo, todos estuvimos de acuerdo, seguro que nos lo pasaríamos bien.

Se hicieron las siete, recogimos de nuestras mesas todos los papeles, y nos preparamos a ver que es lo que íbamos a hacer.

Con toda parsimonia, Guillermo puso una silla en medio de las mesas y me indicó que me sentara.

-Ahora, Oltra -dijo- sujétate con las manos al asiento. Vosotros -dijo dirigiéndose a los compañeros- os vais a poner cada uno en un lado de la silla. Yo pondré una mano, sin tocarle, encima de la cabeza de Oltra y vosotros ireis poniendo, por orden, una mano encima de la mía y el siguiente encima de la mano de su compañero, cuando hayamos terminado con las manos derechas empezaremos con las izquierdas, con lo que habremos hecho una pirámide de diez manos. Entonces os pido que os concentréis y pensar que la silla, con Oltra encima, no pesa nada, es leve como una pluma y apenas tocándola, puede ascender sin ningún esfuerzo por nuestra parte. Cuando yo diga “ahora” cada uno de vosotros, llevará sus manos al asiento de la silla y solo con un dedo de cada mano y apenas rozandola, intentar levantar la silla con Oltra.

Así se hizo. Todos con los ojos medio cerrados, algunos tatareando “ya sube” y con un ligero temblor en las manos, se lo tomaron totalmente en serio. Mientras, yo, sentado en la silla esperaba y sonreía pensando si algunos comerciales de la competencia entraban en ese momento, iban a correr la voz de que estábamos “chavetas” o que teníamos algún pacto con el diablo.

Y de pronto Guillermo dijo... “¡Ahora!”

Todos bajaron las manos al asiento de mi silla, adelantaron un dedo de cada mano e hicieron la intención de subirme...

¡Y doy mi palabra de que un poco más y toco el techo! La silla, con Paquito encima, se elevó simplemente por el roce y con el roce de los dedos de mis amigo y yo, sorprendido (lo mismo que mis compañeros) me dejé caer de la silla a casi un metro y medio de altura.

Después todos nos quedamos mirando a Guillermo que por toda explicación nos dijo “Esto se llama pirámide de manos”.

Desde luego, con los conocimientos adecuados, el ser humano es capaz de hacer cosas asombrosas. ¿Quién no ha leído sobre esa pequeña madre que es capaz de levantar un coche para sacar a su hijo de debajo!