Comerciales del
siglo pasado.

Informática


¿Le puedo insultar?

Hoy en día quizás cueste imaginar los problemas con los que nos enfrentábamos los primeros comerciales intentando crear un mundo totalmente nuevo. Y el caso es que no eramos conscientes, es más, era divertido. ¿Había problemas? Si, pero estábamos en siendo de los primeros en acceder a ese mundo informático que intuíamos, quizás sin llegar a comprenderlo en toda su magnitud, que sería el futuro inmediato.

Para que se pueda calcular estas dificultades, entender que esa enorme cantidad de programas, software o actualmente apps, que existen, no las habían. Es más, no había nada de nada. Vendíamos unas máquinas para las que no habían programas. ¿Como era esto posible? Veamos primero uno de los problemas y como, más o menos, se solucionó.

En la sucursal valenciana de la marca que yo representaba, solo había un compañero que conocía la programación. Yo no tenía ni idea. Había también que tener en cuenta que la casa quería vender, no quería que los comerciales se dedicaran a aprender a hacer los programas para las máquinas, por esta razón estaba prohibido hacer programas. ¡Pero entonces no podías vender!

También hay que entender que las empresas no conocían nada sobre las nuevas máquinas y lo que te pedían no era un ordenador, te pedían un sistema que les solucionara sus problemas. Como yo estaba ya muy ducho en la organización de empresas, en las que me movía desde los 14 años, eso para mi era muy sencillo.

Vendía la máquina en la fábrica de tejidos y junto con el ordenador iba toda la nueva organización del sistema de trabajo. ¡Pero no tenía los programas ni yo sabía hacerlos!

El director de la sucursal, conociendo los problemas, también conocía las soluciones. El programa lo haría el compañero mio que conocía la programación de la L 5000. Tener en cuenta que estos programas, hasta la aparición del Cobol, RPG, Fortran, etc... era poco más que lenguaje máquina.

Yo compensaría a mi compañero con una parte de la comisión y ya estaba solucionado.

Así pues, la máquina fue entregada y empezó a lucir de maravilla en medio del despacho, eso si, sin poder ponerse en marcha porque era tonta perdida.

Le expliqué a mi compañero como tenía que ser el programa y, entre los dos, quedó algo verdaderamente útil para el cliente. La teoría ya estaba, faltaba la realización.

Aquí tuvimos la mala fortuna de que destinaran a nuestro director a Barcelona y a nosotros nos mandaran a uno de Madrid que no tenía ni la más remota idea del mercado Valenciano.

Lo primero para él fue seguir las normas. ¡No se hacía software! Que buscara el cliente alguien que supiera y se lo encargara. ¿Había alguien que sabía hacerlos? Aquí en Valencia no. Y si tenía que recurrir a alguien de Madrid, la programación podría salirle por el doble del coste de la máquina cuando, por la sencillez del programa, el anterior director le había prometido que el programa se lo incluíamos.

Así pues, me llama el nuevo director y me dice que tengo que ir al cliente y comunicarle que donde antes le habíamos dicho que ya estaba todo claro, las instrucciones es que se apañara como pudiera.

Aquí me tienen delante del dueño de la empresa y con el marrón de decirle algo en lo que yo no estaba de acuerdo.

Le explique, sin decirle nada todavía, que lo que iba a decirle no era cosa mía y que yo le prometía hacer todo lo que estuviera en mi mano para solucionarlo.

El buen hombre, que era una persona estupenda, quizás pensaba en un retraso en la realización de la programación o algo parecido, pero cuando le dije palabra por palabra lo que me había indicado nuestro director, de momento se quedó callado. Después me dijo.

-Amigo Oltra, le ruego que entienda que yo estoy muy mal del corazón, en este momento puedo estallar y deseo con todas mis fuerzas el poder desahogar la tremenda ira que me está entrando. ¡Por favor! ¿Me permitirías que te insultara?

-Como no -le contesté- le entiendo perfectamente.

Y se desataron todos los infiernos. Mirándome fijamente y yo entendiendo que para él yo era la representación de mi empresa, empezó por una ¡Hijos de la gran p...! Pegando puñetazos en la mesa, tirando papeles y dedicándome todos los epítetos malsonantes del rico vocabulario Español.

Fue uno de los peores momentos de frustración y vergüenza que he pasado en mi vida.

Después me puse en comunicación con el anterior director y, por su mediación, se le hicieron los programas y todo le funcionó a las mil maravillas.

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Música: Himno de la Comunidad Valenciana.
Refrendado por los Alcaldes de Alicante, Castellón y Valencia, en el año 1.925 con letra de Maximiliano Thous Orts, y musica del maestro José Serrano Simeón.
Una selección de las mejores músicas populares de la Comunidad Valenciana.

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