Comerciales del
siglo pasado.

Informática

Una de miedo

Siendo director adjunto encargado de la informática y los comerciales de un grupo de empresas, tuve que ir un día a hablar con una persona a la que se le había adquirido una pequeña fábrica dedicada al tratamiento químico de un producto. Aunque no era mi función, la amistad que me unía con la directiva y ante las razones del porqué no podían desplazarse ellos, no dudé ni un instante en ir a visitar a la persona que había vendido la empresa y que, por razón desconocida, se negaba a entregar ciertos papeles necesarios para legalizar la compra.

Me dirigí a la nueva nave donde había montado otra empresa igual a la vendida.

El lugar era francamente sucio y desastrado. Bien es verdad que lo que hacían no permitía el tener las cosas demasiado limpias puesto que se utilizaban muchos compuestos químicos para el tratamiento de superficies. De todos modos se notaba que todavía estaban en periodo de puesta en marcha.

Yo conocía que la adquisición de la empresa no había sido demasiado clara, pero como no era parte de mis funciones y ese tema no me importaba en absoluto, me dirigí a la persona que se me presentó como el dueño y que resultó muy educado y francamente accesible.

Le dije que venía de parte de sus antiguos socios y que por favor me diera los papeles que se necesitaban puesto que todo estaba ya claro y, si no antes más tarde, tendría que entregarlos si lo denunciaban.

Se manifestó muy comprensivo y me pidió que subiéramos a una especie de altillo en el que habían verdaderas pilas de papeles. Me pidió que me sentara en una silla desvencijada y que esperara un momento que iba a por la documentación.

Al cabo de unos minutos le vi llegar con un montón de papeles en una mano y ¡una pistola de cañón largo que me daba la sensación de ser la que usaba Harry el sucio!

La levantó lentamente e hizo la acción de apuntarme. Naturalmente algo se me agolpaba en la garganta y no eran las amígdalas (de las que estoy operado).

-Esta pistola -dijo- la llevo con balas expansivas, solo rozándote un brazo, te lo arrancaría.

Aquello me hizo tanta ilusión que la silla empezó a temblar.

En ese momento agarró la pistola por el cañón y me la alargó para que la viera.

La silla dejó de temblar y el nudo de la garganta descendió a su posición normal.

-Mira Oltra -me dijo- yo soy de tiro olímpico. En mi casa tengo una galería de tiro y todos los días practico una hora como mínimo. ¿A que no adivinas que tengo puesto en las dianas? Lo habrás adivinado ¡Unas fotos de fulano y sotano! Llévales los papeles y les cuentas esto. Al menos que no duerman tranquilos.

Metí los papeles en mi cartera, nos dimos la mano y salí hacia mi despacho mientras me caían todavía gotas de sudor de la frente en pleno mes de diciembre.