La justicia del rey
Un arcediano de la iglesia de Sevilla mató a un zapatero de la misma ciudad, y un hijo suyo fue a pedir justicia; condenó el juez de la Iglesia al asesino a que no dijese misa un año.

De allí a pocos días, el rey don Pedro vino a Sevilla, y el hijo del muerto se fue al rey y le dijo cómo el arcediano de Sevilla había muerto a su padre. El rey le preguntó si había pedido justicia. El le contó el caso como pasaba. El rey le dijo:

— ¿Serás tú hombre para matarle, pues no te hacen justicia? Respondió: —Sí, señor.

—Pues hazlo así—dijo el rey.

Esto era víspera de la fiesta del Corpus Christi. Y el día siguiente, yendo el arcediano en la procesión cerca del rey, dióle el mozo dos puñaladas y cayó muerto.

Prendióle la justicia, y mandó el rey que lo llevasen ante él. Y preguntóle por qué había muerto a aquel hombre.

El mozo dijo:

—Señor, porque mató a mi padre, y aunque pedí justicia, no me la hicieron.

El juez de la Iglesia, que cerca estaba, respondió que se la había hecho, y muy cumplida. El rey quiso saber la justicia que se le había hecho. El juez respondió que le había condenado que en un año no dijese misa. El rey dijo a su alcalde:

—Soltad este hombre, y yo le condeno que en un año no cosa zapatos.