En aquellos años, las “mascletás” no eran como ahora. Cada falla ponía una tira de traca por la calle, de un extremo al otro y enganchada de los balcones y las puertas y de este modo, al encenderla por uno de los lados, la traca recorría toda la calle llenando de ruido, humo y alegría la calle y las fachadas de las fincas de manchones negros donde había explotado el petardo.
Los niños solo podíamos permitirnos unas pequeñas bombitas que costaban “un chavo” (10 céntimos de pesetas) y que hacían el mismo ruido que el dejar caer una piedra mediana. También teníamos los “mixtos” de traca y las “piedras” de traca. Los “mixtos” eran como pequeñas gotas pegadas en un papel que cortábamos y al frotar el “mixto” en una superficie áspera empezaba a estallar hasta que se había consumido. Tirándolo al suelo, con cada pequeño estallido iba saltando y recorriendo la calle. La piedra era diferente, se tiraba al suelo haciéndola rodas y mientras se alejaba iba estallando en pequeñas explosiones. La piedra era buena para la noche, pues al rodar por el suelo dejaba un reguero de luz que nos gustaba mucho.
Andrés era mucho mayor que yo, era el hijo de la Señora Dora y vivía tres o cuatro patios mas hacia el centro de Valencia. Y como era mas grande, no podía jugar con cosas de niños como los “mixtos de traca” o las bombitas. Y como no se vendía otra cosa, Andrés iba recorriendo la calle después de las “mascletás” y recogía los petardos de la traca que no habían estallado. Después, nos íbamos a su galería y nos pasábamos un rato, el prendiendo fuego y tirando los petardos y yo viendo como lo hacía.
Coger el petardo, arrimar la mecha y lanzarlo lo mas lejos posible todo era una... hasta que no le dio tiempo de lanzar el petardo y lo que salieron volando fueron parte de los dedos de Andrés.
Ver los dedos deshechos de mi amigo, sus gritos de dolor y la cara desencajada de la madre no me lo pude quitar de mi mente en muchos años y durante una gran temporada, cuando eran las Fallas y sonaban las tracas en la calle, Paquito se escondía temblando debajo de la cama.
Francisco Oltra Mollá
El futuro imperfecto 2: Tres historias.
...de un futuro más que probable. Tres épocas de ese futuro que nos espera y que pensamos que ya es imposible el poder cambiar. Un futuro cercano en el que todavía puede quedar algo que destruir, un futuro siguiente en el que los bionicos ya nos habrán superado y otro en el que, quizás, la tierra no sea este planeta.
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