Los dos carreteros.
La vida es una especie de bicicleta. Si quieres mantener el equilibrio, pedalea hacia delante. Albert Einstein.

Para mentes inquietas.

-Pues les doy la comida y agua para que hagan bien el camino.

-Mal hecho. Estos están sin comer desde ayer cuando regresábamos a las cuatro de la tarde.

Extrañóse nuestro buen vecino pero no hizo ningún comentario por no ser mal educado.

-Ahora les voy a explicar la ruta -siguió el maestro a la vez que cogía una vara de junco.

A continuación paso a pegarle unos zurriagazos a los dos burros que iban a hacer el camino, al tiempo que les decía.

-No m’habeis hecho na, pero esto es por si acaso y pa que no s’os ocurra faltarme al respeto. ¡Ala, al carro y a tirar p’alante!

Con ojos como platos, el buen carretero no salía de su asombro. Se sentó en el pescante junto con su vecino y salieron a hacer el camino diario.

Desde luego estaba claro que la recua tiraba más rápido del carro y ni tan siquiera hicieron un amago de ramonear las tiernas hojas de los árboles que crecían al lado del camino. Parecía que tuvieran prisa por llegar e hicieron la ida y la vuelta sin ningún problema ahorrándose cerca de cuatro horas con respecto a las que a nuestro amigo le costaban.

Cuando regresaron a las cuadras descincharon a los animales y les dieron agua y comida. Al tiempo el taciturno carretero hablaba a las bestias y les pasaba la mano por el lomo acariciándolos.

-Te has dado cuenta vecino -le dijo a su compadre- Esto se hace desde que el mundo es mundo. Sean animales o personas procura que te teman, hazlos pasar hambre y luego puedes hacerlos trabajar hasta que desfallezcan, no te preocupes que su memoria es muy corta y en cuanto les enseñe el pienso me verán como a su protector y me seguirán sin pensarlo. Han hecho todo el camino pensando en el estómago y en que podrían comer cuando llegaran a la cuadra. Después me he hecho el bueno y ya se han olvidado de los zurriagazos hasta mañana. Como ves, vecino, hago lo mismo que el gobierno que vive de nosotros, nos amenaza, nos castiga y luego se nos pasa cuando nos ofrece unas migajas de lo que previamente nos ha quitado.



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