-Vecino, he visto que me seguías y estoy seguro del por que. Te entiendo y si me invitas a un café tengo que comentarte alguna cosa.
-Por supuesto vecino -contesto el campechano. Pasa y hablamos pero, antes que nada, te ruego que me perdones. Me avergüenzo de mi conducta.
-No es nada. Vamos a por ese café y te cuento.
Sentaronse a la mesa, la despejó de platos y cacharros que quedaban del resto de su frugal cena, y después de algún comentario sobre el tiempo y lo cara que estaba la vida, el taciturno carretero le dijo entre sorbo y sorbo del aguado café.
-”Mira vecino, tu eres una buena persona y siempre nos hemos portado con corrección entre nosotros. Actualmente me va tan bien en el negocio que me sobrepasa y yo, tengo que decirte que me encuentro viejo. He ahorrado algún dinero y con él, la venta de mis carros y animales, y con los tres pedazos de huerta que tengo puedo vivir modestamente sin necesidad de levantarme a las cuatro de la mañana todos los días.
Ya tengo apalabrada la venta de mi recua y carro. Voy a dejarme solamente un asno para que me ayude en el campo. Pero quiero explicarte un par de cosas porque no me gustaría que otro arriero me sustituyera y siendo menos comprensivo contigo, pudiera perjudicarte. Ven mañana a las cinco a mi casa y haremos el camino juntos, te iré comentando y antes de salir verás cuales son mis secretos.”
Aquella noche no pudo pegar los ojos nuestro buen carretero pensando en todas las cosas que habían hablado y con el interés de descubrir el gran secreto.
A las cinco, estaba como un clavo a la puerta de su vecino. Al instante se abrieron las puertas de las cuadras y el otrora malhumorado compadre lo llamó.
-Pasa y voy a ir explicándote. Primera pregunta ¿Que es lo primero que haces con tus animales?