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Juanito Feliz.
La diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en la democracia puedes votar antes de obedecer las órdenes. Charles Bukowski

Y siguió haciéndose mayor y comenzó a trabajar de aprendiz. Y también en el trabajo continuó sintiéndose respetado y querido. El dueño de la empresa, con muchísimos trabajadores, cuando visitaba el lugar donde él trabajaba le conocía por su nombre, le preguntaba si estaba a gusto y siempre tenía una frase de cariño, y al conocer que le gustaba leer ordenó a la encargada que le diera todas las semanas cinco duros para comprarse un libro.

Tenía muchos amigos y salía con ellos, iban a todas partes y nunca se metieron en peleas. Hicieron gamberradas, salieron con chicas e hicieron “guateques”. Nunca se sitió perseguido por la policía ni acosado por el clero, ni por nadie. Cuando mas tarde, por su trabajo, tenía que ir a los bancos y llevaba grandes cantidades de dinero para ingresar, ni se le pasó por la cabeza que le pudieran atracar.

Fue progresando en el trabajo, siguió estudiando y finalmente se casó formando su propia familia. Tuvo hijos y poco a poco, con su esfuerzo, se fue labrándose un patrimonio, como otra mucha gente de su época. Tenía una casa en la que vivían, otra en el pueblo para el veraneo… incluso llegó a poseer otras dos propiedades pensando en el día de mañana de sus hijos. También la mayoría de la gente que él conocía tenía, como mínimo, su casa y un terrenito o una casita para disfrutarla en época de vacaciones.

Tuvo un gran impacto cuando se enteró por la tele que en Francia habían matado a estudiantes por protestar. Pensó que eso aquí no podría pasar porque aquí se vivía bien.

Y un día se alegró mucho porque se anunció que llegaba la democracia y dijeron que ya dejaríamos de vivir mal y que a partir de ahora viviríamos en libertad. Así que soñó con el futuro de esplendor que tendrían sus hijos.

Y gente mucho más inteligente que él le fueron abriendo los ojos. Periodistas que salían en la televisión y en la prensa le explicaban que lo que él había vivido era un espejismo, que nunca había vivido bien y había sufrido una represión terrible. Así que si los que sabían más que él lo decían tenía que ser verdad.

Y vio como las cosas cambiaban para mejor, y aunque los trabajos comenzaron a estar muy difíciles, los niños perdieron el respeto no solamente hacia sus mayores, también a sus profesores llegando a agredirles y en cuanto crecían también a la misma policía, curiosamente todos los periodistas, famosos, artistas, etc... -la gente de la cultura-, le explicaban que esto era lo bueno, porque al fin todos podían hacer lo que les daba la gana; así que él también se puso muy contento.

Pronto vio que con aquel cambio sus hijos nunca podrían hacer el patrimonio que él había hecho trabajando, ya que el mundo empezaba a ser, ya no de los inteligentes, si no de los sinvergüenzas, ladrones, oportunistas…, y sobre todo, de una especie autóctona que empezó a florecer con una fuerza imparable: los políticos. Pero le explicaron que esto era lo bueno, porque los periodistas lo decían. Los periodistas eran los propietarios de la verdad y tenían libertad para manipular, mentir y contar todo lo importante que ocurría, como las veces que fulanita se había acostado con menganito, o cuanto había robado tal político –claro está siempre que éste no fuera de su misma doctrina política-.

Los artistas también eran ya mejores porque en las escenas de cine no hacía falta rebuscar un pretexto que, tras el beso, nos diera a entender que fulanito se acostaba con fulanita, sencillamente con filmar directamente un cuarto de hora de fornicación explícita la cosa estaba hecha, y no se tenía que imaginar. Y efectivamente, Juan Feliz entendió que todo aquello era bueno porque, además de que los jóvenes lo aplaudían, sabía que todos ellos, y ellas, ganaban verdaderas fortunas.

F.O.M. con la colaboración de R.M.M.

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