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¿Qué leemos hoy?


Una historia de bisabuelos.
Me encantaban las historias que, a veces, mi madre me contaba de cosas antiguas y de anécdotas que les habían pasado a nuestra familia. Recuerdo una de mi abuelo Casimiro Mollá que le pasó con su padre, cuando era pequeño.

Todo empezó un día en que el y su padre salieron al campo a trabajar la huerta. Entonces el trabajo no se medía por horas, era de sol a sol, empezaba cuando salía y terminaba cuando la oscuridad no permitía ya continuar con el trabajo.

Ya a media tarde, mi bisabuelo, notó que empezaba a cubrir los campos una niebla que poco a poco iba espesándose. Pero el trabajo había que hacerlo y tanto el como mi abuelo, que todavía era un niño, continuaron trabajando hasta que la oscuridad ya no se lo permitió.

-¡Anem a casa Casimiret!

Dijo mi bisabuelo, y cargaron los trastos en el "aca" (el "aca" Valenciana es un caballo tipo percherón, muy fuerte y recio, pero por extensión los carreteros solían llamar "aca" a casi todos los caballos).

Fueron cargando todas las herramientas en el caballo, encendieron un candil para que les alumbrara el camino y empezaron el regreso a casa.

Poco a poco el camino se hacía más difuso, el candil apenas conseguía alumbrar unos pocos metros de un camino por el que se extendía, como una papilla espesa, la niebla.

-¡Afanyat aca, que aço esta molt negre! "Date prisa aca, que esto está muy negro"

Y mi bisabuelo azuzaba al caballo, en el que iban los dos montados, para que hiciera el camino los más deprisa posible.

Poco a poco el camino desapareció y no tuvieron más remedio que confiar en el "aca" y en su instinto para poder llegar a casa.

De repente, el "aca" se paró y por más que mi bisabuelo la azuzaba y hacía restallar el látigo, el "aca" no se movía.

-¡Collons d'aca, me caguen tot, xe tira cap avant! "¡Mierda de caballo (más literal sería ¡Vaya cojones de caballo!), me cago en todo, che tira para adelante!".

Pero el animal no quería dar ni un paso.

Tanto chillaría mi bisabuelo, tanto haría restallar el látigo, tanto azuzaría al animal, que este por fin se decidió a seguir adelante... y cayeron inmediatamente por un barranco. Dando tumbos se precipitaron los tres, caballo, padre e hijo, al fondo del lugar.

-¡Casimiret, fill meu!, ¿Com estas? "¡Casimirín, hijo mio!, ¿Como estás?"

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-¡Pare, pare! -gritaba mi abuelo- Tinc les pates del aca d'amunt del pit i me fa molt de mal, pare! "¡Padre, padre, tengo las patas del caballo encima del pecho y me hace mucho mal, padre!".

-No se on estic Casimiret, crec que si me meneje caure barranc d'avall "No se donde estoy Casimirin, creo que si me muevo caeré barranco abajo".

Y poco a poco la desesperación y la niebla fue haciéndose más densa en el barranco y en el alma de los dos hombres y el animal.

Mientras, mi bisabuela sufría en la casa esperando que llegaran su hijo y su marido. Y fueron pasando los minutos, que se transformaron en horas. Cuando la buena mujer ya no pudo más, llamó a los vecinos, encendieron unos candiles y faroles y salieron a buscar a mi abuelo y bisabuelo.

-¡Casimiroooo, Casimirettttttt!, ¿On esteu?, ¡Casimiroooo!, ¡Casimirettttt!.

Y fueron recorriendo el camino, con el alma en un puño, buscando a la familia perdida.

Por fin, a lo lejos, se oyeron unas voces que contestaban a las llamadas...

-¡Mare, mare, que estem açi, en el barranc mare! "¡Madre, madre, que estamos aquí, en el barranco madre!".

-¡Estem açi, tenim el aca d'amunt, aneu d'espaiet, tireu-mos una corda! "Estamos aquí, tenemos al caballo encima, tirarnos una cuerda!".

Y poco a poco, mi bisabuela y los vecinos consiguieron sacar a mi bisabuelo, mi abuelo y el caballo del barranco.

Y su nieto y biznieto, yo, escuchaba a mi madre sentada, al borde de la cama, contándome estas historias y sufría por mis abuelos y naturalmente... por el caballo, imaginando el camino con la niebla, las luces difusas de los candiles y las voces perdidas llamando a los seres queridos, tapado hasta la nariz por aquellas sabanas tan blancas que olían a flores y sobre todo a las manos de mi madre.


¿Qué leemos hoy?