El camarero
AmistadRecuerdo una comida, creo que en Madrid, en la que estábamos un par de banqueros, el encargado de Madrid y el dueño de la empresa radicada en Valencia.

La comida transcurrió estupendamente y no se pudo pedir más en cuanto a calidad. A los postres empezó una conversación en la que se fueron tocando varios temas. En un momento determinado, a raíz de lo que se comentaba, yo conté lo siguiente.

-Si, yo conozco un caso en Valencia. Una persona, con todos sus permisos, montó un restaurante en la costa. Al poco decidieron que toda la autovía y por muchos kilómetros, fuera vallada. Más o menos es normal, pero si hay negocios que se han autorizado, sería necesario en algún punto crear un entrada. No fue así. El dueño tiró varias veces una parte de la valla para que pudieran acceder clientes a su local y otras tantas la pusieron nuevamente. Ahora es una ruina deshecha en la que, aparte de las gaviotas, sólo sería posible ver algún maleante o drogadicto. No se que sería de aquel pobre hombre al que hundieron el negocio y quizás la vida.

En ese momento, el camarero que permanecía a mi lado, se inclinó y al oído me dijo.

-Era mi padre señor. Se suicidó.

Como se comprenderá me quedé frío. Sin querer le había recordado un drama familiar. Me levanté, estreché sus manos y le di mi más profundo pésame.