Comerciales del
siglo pasado.

Anecdotas personales.

Tarjetas perforadas.

Los asesores han protagonizado muchas anécdotas.

Tener en cuenta que una L5000 costaba 1.500.000 pts y yo cobraba un buen sueldo de 25.000 pts. Un asesor al que le fuera a untar la casa vendedora con una comisión podía llevarse como poco un 5% que serían 75.000 pts o sea 450 €.

Nosotros no pagamos nunca comisiones, pero era bastante frecuente hacerlo. Recuerdo una vez en el Sino de Madrid en el que se firmó un contrato muy importante. Al día siguiente se presentó el cliente para anularlo. Después de las disculpas y aceptar nosotros romper el contrato, pues no habíamos cobrado todavía el importe de la señal, le preguntamos cual era el motivo. La respuesta fue "hay cosas que no se pueden negar con tres muchachas en la cama, y IBM sabe hacer bien las cosas".

En la presentación que hacíamos ese día teníamos como competencia al ordenador Español FACTOR. Naturalmente el cliente vino acompañado de su asesor.

Nosotros teníamos una ventaja cuando el cliente necesitaba tarjetas perforadas y era que la nuestras eran de 96 columnas y las normales era de 80. De este modo contenían más información.

Como era de esperar el asesor, pagado por Factor, iba poniendo pega sobre pega. El pobre hombre no conocía el humor negro de la oficina valenciana. Y es que contra esta empresa teníamos una bala en la recamara ya que ellos tenían maquina lectora de tarjetas, pero no podían perforarlas. Naturalmente el comprador confiaba en su asesor y no conocía nada de esto y nosotros, con toda la mala idea teníamos el perforador escondido.

Cuando ya terminábamos la demostración esperamos que el asesor fuera sacando toda la batería de inconvenientes. Nosotros rebatíamos y demostraba los la superioridad de nuestra maquina.

El pobre hombre que veía desaparecer su suculenta comisión se estaba poniendo ya nervioso. Sacamos el lector de tarjetas y lo pusimos sobre la maquina. Aquí pensó que podía meternos un tanto puesto que el de Factor era mas barato. Nosotros, apenados, reconocimos aquella pequeña diferencia económica y vimos dibujarse una sonrisa en la cara del hombrecillo.

Pero entonces sacamos el perforador de tarjetas y le dijimos.

-Y con la máquina que usted le propone comprar...¿como va a perforar las tarjetas?

Le cambio el rostro y fue tanta la rabia que le dio que nos dijo...

-Clac, clac, clac...con los dientes.

Entendamos que el clac lo hacia con los dientes.

Lo sentimos pero se quedo usted sin la comisión.

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