Comerciales del
siglo pasado.

Anecdotas personales.

Un regalo.

Cuando tienes que salir y viajar mucho, las cosas más absurdas te parecen ya algo normal.

En Alicante tenía un par de instalaciones y, aunque para mi los kilómetros entre Alicante y Valencia ya eran coser y cantar, al tener que esta un par de días no me pareció oportuno hacer cada vez el recorrido teniendo en cuenta que todos estos gastos corrían por parte de la empresa.

Pasé un día francamente agotador, los problemas sencillos son los más difíciles de encontrar porque no puedes ni imaginarlos. Y uno detrás de otro llega un momento en que parece que la cabeza esté a punto de explotar. Pero por fin se acabó el día y la excelente cocina alicantina me esperaba en el hotel y después un baño relajante y a la cama, una hora viendo la tele y después a dormir.

La cena fue exquisita, no demasiado copiosa, como ha de ser por la noche, pero de alta calidad.

Para entender mejor los sucesos posteriores es importante conocer que yo estaba con el dueño de la empresa que era un gran aficionado a la cocina pero que sobre mujeres no entendía absolutamente nada.

Terminamos de cenar y, como se dice normalmente, cada mochuelo se fue a su olivo.

Entré en el cuarto, tiré la cartera en el sofá y me dirigí hacia el cuarto de baño mientras me iba quitando la ropa.

Toc, toc,

Unos golpes en la puerta. Naturalmente lo primero que me vino a la mente es que Manolo, el dueño, querría decirme algo. Abrí la puerta y...

Delante de mi tenía una muñeca verdaderamente deliciosa. Algo digno del mismísimo James Bond y que con una sonrisa picara y una voz que me sonó a música celestial me decía...

-¡Hola, soy tu regalo!

Con los ojos salidos de las órbitas y con una cara de autentico lechuguino miré a la muchacha que, al verme tan sorprendido me dijo.

-¿No eres tu Fulano de Tal?

Y en este momento fue cuando cometí uno de los errores más grandes de mi vida, con voz entrecortada le dije...No.

-¡Pues perdona! Me he equivocado de habitación.

Y el resto de la noche me la pasé dándome golpes contra la pared por una ocasión que nunca más volvería a repetirse.

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