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El septimo sentido
El tercer ojo

¿Podríamos soportar siempre la verdad?

Nosotros no lo creemos. Como todas las cosas de la vida, la verdad es importante en algunos momentos y en otros no.

Por otro lado, la verdad es subjetiva. Depende de la persona. Imaginemos que hay una casita en la cima de una escarpada colina, dos personas tienen que subir a la cima. Una es un deportista de 18 años y el otro una persona mayor de 70. Cuando les preguntemos si había un buen camino uno dirá que si y el otro que era tan malo que no pudo llegar. Ninguno ha mentido y sin embargo nos dicen cosas totalmente distintas.

Hay verdades que duelen y perjudican y hay mentiras que nos mantienen felices. De cada uno depende el querer distinguirlas o simplemente acomodarse para evitar la verdad, que seguro será más cruel.

Nos pasamos la vida rodeados de mentiras. Nos miente la televisión, los políticos son especialistas en las mentiras, nos mienten nuestros hijos cuando preguntamos que hacen o adonde van, nos miente nuestra pareja cuando le preguntamos si todavía nos ama. Millones de mentiras que nos cuentan o que contamos. La vida sin las mentiras sería un verdadero infierno y de eso trata la siguiente historia que es totalmente cierta; nos llegó a través de un personaje que no ganaba nada mintiendo sobre su procedencia, y que únicamente rogó que cambiáramos nombres y lugares para no ser reconocido al haber filtrado documentos secretos.


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