El vermutet.
Una necedad, aunque la repitan millones de bocas, no dejan de ser una necedad. Anatole France

Prohibido a ambiciosos, egoistas y fanáticos.

-Bueno Juan, pero eso no es lo mismo. Yo estoy enamorada de “Chus”. Es una prenda íntima de ese hombre maravilloso. Ha estado en contacto con su cuerpo, tiene su esencia. Me duermo teniéndola a mi lado. Y sé que es suya. Me la vendió uno de sus ayudantes a la salida del concierto. Y me la trajo días después firmada por él. Esa camiseta no tiene precio.

-Quizás tienes razón Luisa -dijo el padre Nicanor con cierto retintín- pero me gustaría hacerte una pregunta. Esa camiseta lleva dibujada la silueta de un gato con un rotulador y debajo la firma de “Chus” y la palabra “miau”.

-Sí -dijo Luisa con una voz temblorosa- ¿Por qué?

-Lamento desilusionarte Luisa, el domingo pasado tuve dos chicas con esa misma camiseta en la misa de las 12.

-Querida Luisita -continuó Don Roberto como apostilla a la afirmación del cura- en mi fábrica, una de mis secretarias la lleva.

Luisa, roja como un tomate, pareció menguar en la silla y tardó varios minutos en llevarse el vaso de cerveza a los labios. Don Roberto y el padre Nicanor, curtidos en las lides de la vida, ahogaron en sendos vasos de vino la sonrisa de sus labios mientras que Juanito Feliz consciente de que la idiotez humana no tiene límites, siguió inmutable sorbiendo su vaso de zumo de naranja.



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