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La tela de araña.
El mundo no está en peligro por las malas personas sino por aquellas que permiten la maldad. Albert Einstein

-Yo no termino de ver -comenté- algunas diferencias, siempre desde mi punto de vista de humilde trabajador. La izquierda quiere dirigir ellos las empresas, o sea, que sean del estado. La derecha quiere que sean privadas con lo que pertenece a uno o varios propietarios que poseen acciones. Pero, a mi, como trabajador, ¿en que me beneficia una o la otra?

Se empezó a calentar la conversación.

Mis amigos de un bando gritaban “Por que así la empresa es de todos” Y los otros contestaban “Pues a ver cuando puedes vender las acciones que te corresponden”. Al cabo de un rato ya estaba claro que la única diferencia para el trabajador era que en un caso el dueño era el estado y te dicen que eres propietario y en el otro un señor particular al que se le ve con más claridad y se le puede criticar normalmente por tenerle celos.

Y llegó un punto en que parecía que mis amigos iban a llegar a las manos. Procuré calmarlos y por fin conseguí separar a unos cuantos que con muy malos modos se fueron, no sin antes insultarnos a los que nos quedábamos con algunos epítetos como “rojos sinvergüenzas”.

Un par de los amigos que habían quedado se dirigieron a mi y me dijeron

-¿Que te parece los sinvergüenzas estos? ¡Ladrones que solo saben robar y que nunca han hecho nada!

-Por favor, amigos -les dije- estoy seguro de que no es así, son buena gente.

De inmediato empezaron a llamarme fascista y que ya se habían dado cuenta de que yo era de derechas. A continuación se fueron también y desde entonces los conocidos de estos grupos no me hablan. No se si soy comunista o fascista.

Pero esto no quedó aquí. Unos días después mi mujer tuvo una reunión en casa para demostrar un producto de belleza y tuve la mala fortuna de llegar demasiado pronto cuando todavía estaban en la casa.



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