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Un paseo por el rio

Un día paseaba un hombre por la ribera de un río y vio, sentado en una piedra a otro que no podía disimular la expresión de tristeza que tenía su rostro. Apiadose el caminante y acercándose al malhumorado le preguntó, procurando mostrar alegría con el fin de no entristecer todavía más al afligido personaje.

-Salud hermano, que está... ¿de paseo?

-No, caballero -contestó con la mayor educación- estoy buscándome en el río pues ya he llegado a un punto que no entiendo nada de la vida y no se ni tan siquiera quien soy.

-Pues me gustaría escuchar sus penas, hermano, porque me encantaría poder ayudarlo si está en mi mano.

El hombre sacó un paquete de cigarros, lo alargó al desconocido que tomó uno, se puso el otro en los labios y encendió una cerilla para prender ambos cigarros. Se sentó el caminante en la piedra que había al lado del hombre triste y después de aspirar unas cuantas bocanadas del cigarro lo miró interrogante.

El hombre miró fijamente el río durante unos segundos y dijo.

-Pues le voy a contar algo y a ver si usted me puede aclarar alguna de las dudas que tengo. Primero le contaré un poco que era yo hace unos años y luego como he llegado a esta situación extraña.

“Verá, nací en una familia muy modesta y gracias a mi esfuerzo y a que nunca he tenido miedo al trabajo, fui progresando. Estudié y leí mucho, tanto mi madre como mis maestros procuraron que tuviera una buena educación y puedo asegurarle que nunca hice ningún mal que yo sepa, respeté a mis profesores, amigos, esposa, hijos, parientes...ninguno podría decir que yo le herí, insulté, o intenté robarle, mentirle o hacerle mal. Y todo iba bien hasta hace unos años.

Hablando con unos amigos mientras nos tomábamos unas cervezas, se empezó a hablar de política. Yo nunca me he sentido atraído por ella, mi vida era el trabajo y la familia. Pero en la conversación salieron varios temas que, en mi ignorancia, no lograba entender, y así lo manifesté.

-Yo no termino de ver -comenté- algunas diferencias, siempre desde mi punto de vista de humilde trabajador. La izquierda quiere dirigir ellos las empresas, o sea, que sean del estado. La derecha quiere que sean privadas con lo que pertenece a uno o varios propietarios que poseen acciones. Pero, a mi, como trabajador, ¿en que me beneficia una o la otra?

Se empezó a calentar la conversación.

Mis amigos de un bando gritaban “Por que así la empresa es de todos” Y los otros contestaban “Pues a ver cuando puedes vender las acciones que te corresponden”. Al cabo de un rato ya estaba claro que la única diferencia para el trabajador era que en un caso el dueño era el estado y te dicen que eres propietario y en el otro un señor particular al que se le ve con más claridad y se le puede criticar normalmente por tenerle celos.

Y llegó un punto en que parecía que mis amigos iban a llegar a las manos. Procuré calmarlos y por fin conseguí separar a unos cuantos que con muy malos modos se fueron, no sin antes insultarnos a los que nos quedábamos con algunos epítetos como “rojos sinvergüenzas”.

Un par de los amigos que habían quedado se dirigieron a mi y me dijeron

-¿Que te parece los sinvergüenzas estos? ¡Ladrones que solo saben robar y que nunca han hecho nada!

-Por favor, amigos -les dije- estoy seguro de que no es así, son buena gente.

Pero esto no quedó aquí. Unos días después mi mujer tuvo una reunión en casa para demostrar un producto de belleza y tuve la mala fortuna de llegar demasiado pronto cuando todavía estaban en la casa.

Por lo que vi, en el grupo de más de quince mujeres no se había hablado del producto milagroso; porque todas estaban muy enfadadas y nerviosas.

Ese día llegué especialmente cansado y para no molestarlas saludé y me dirigí a mi habitación. En que mala hora me giré en el pasillo y le dije a mi mujer...

-Cariño, cuando acabéis ¿me prepararás un gin tonik que a ti te salen muy bien?

¡Que delito cometí! La primera fue mi esposa diciendo al resto...

De inmediato empezaron a llamarme fascista y que ya se habían dado cuenta de que yo era de derechas. A continuación se fueron también y desde entonces los conocidos de estos grupos no me hablan. No se si soy comunista o fascista.

-Veis lo que comentábamos, ni eso son capaces de hacérselo ellos.

Ese fue el detonante. Se armó la marimorena, unas gritaban “machistas, todos son machistas” otra, desesperada parecía que iba a ponerse a llorar mientras decía “nos matan, ahora ya es que nos matan” una que tiene una inmobiliaria y fama de pagar fatal a sus empleadas, con el puño en alto cantaba la internacional y pedía igualdad de salarios para hombres y mujeres.

Desde entonces mi mujer no me habla, ha pedido el divorcio y las mujeres del barrio me giran la cara cuando paso murmurando “machista”.

A partir de este punto la cosa fue rápida. Tuve problemas con los clientes porque soy comercial y una parte de los productos que llevo son catalanes.

Mi hijo y sus amigos tampoco me hablan porque, al decirme mi hijo que quería casarse con el cura del barrio que va a dejar los hábitos, y tienen previsto salir el día del orgullo gay con un grupo de parejas vestidos de amapolas con un letrero que pondrá “Las flores son las únicas que no distinguen entre macho y hembra”. Le dije que seguramente ya se había pasado unos cuantos pueblos. Y entonces me enteré de mi enorme homofobia, hasta ese momento ni conocía la palabra ni se me ocurrió que yo despreciara a estas personas.

En este momento no me atrevo a hablar, no se lo que está bien ni lo que está mal. Como usted ve, la cosa no es sencilla.”

No solamente yo, casi todos mis ex-amigos les pasa algo parecido, están separados el grupo de derechas, se subdivide en feministas y machistas, que a su vez se dividen en homofobos y lgtbi (creo que lo digo bien). Y aquí podemos añadir los que son del Barsa y los del Madrid, sin olvidar que también se dividirán cuando se hagan obligatorias lenguas distintas y estas no sirvan para entendernos si no para seguir dividiendo, o sencillamente partidarios del arroz con leche o la cuajada.

El desconocido, se quedó mirando al desesperado y le dijo.

-Caballero, su problema no lo es en absoluto. Es más, usted es un hombre de nuestro tiempo. Su problema es que ha entrado en la modernidad muy deprisa, pero con unos cuantos consejos estoy seguro de que se arreglarán sus problemas.

Lo primero que tiene que hacer es no pensar. En política, limítese a votar. Yo soy político y lo que usted piense me importa un bledo. Nos repartiremos los sillones cada dos legislaturas que es lo que tenemos pactado. ¿A usted que más le da? Limítese a trabajar y pagar sus impuestos.

Para el resto se lo voy a explicar con los animales. ¿Ha visto los documentales en los cuales los búfalos se agrupan cuando ven un peligro y repelen entre todos hasta a los más fieros leones? Por otro lado ¿También habrá visto a los borregos que un solo perro los lleva por donde quiere? Y ¿Que pasa si los ataca el lobo? Yo se lo digo, se escampan y huyen cada uno por su lado. Pero ahora viene la moraleja. Cada día hay menos búfalos y más borregos. Hágame caso amigo, no piense, vaya al fútbol y critique al arbitro su actuación. No regrese con su mujer, las cosas nunca se arreglan. Con el tiempo sus hijos tendrán problemas y serán infelices, si a usted le pareced bien cuando esto pase acójalos y si no, ellos tomaron su decisión. Por la mujer procure librarse lo más posible de los gastos y ni se le ocurra buscarse otra, las posibilidades de que sea feliz son casi nulas. Por otro lado tenga en cuenta de que la diferencia del sexo por amor o sexo por dinero es que el primero es muchísimo más caro. Y seguro que encontrará cada vez más mujeres solas donde poder elegir y que gratuitamente se le ofrecerán por un rato de compañía. Este es el mundo actual. Nadie estará satisfecho, todos se sentirán ofendidos porque solo miran por una ventana que es la que les dejamos abierta nosotros, los amos, por lo tanto, nunca podrán hablar entre ellos puesto que no se conocen, si te veo en la ventana, eres amigo y si no es así, eres un sinvergüenza y mi enemigo.

-¿Y la felicidad? -preguntó el hombre mientras empezaba a caminar hacia el centro del río.

-No ha comprendido usted nada caballero -le gritó un momento antes de que la cabeza del pobre hombre desapareciera entre la espuma.

-¡Que lástima! -murmuró el hombre mientra encendía un cigarrillo- Parecía buen trabajador. En fin, que más da ¡Hay tantos!


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El futuro imperfecto II

-¿Qué me dices del 1546? -preguntó una de las mujeres mientras caminaban.

-Tengo mis dudas de que se haya conservado, sería un error que podríamos pagar caro -contesto un anciano de pelo blanco.

-Lo mejor sería sacar al 2375, es una mujer joven; su enfermedad fue catalogada de nivel 5 y se puede controlar fácilmente -intervino otro de los hombres, el que llevaba una pantalla con los datos de lo que, aparentemente, eran los historiales de cada uno de los cuerpos que reposaban en los cilindros.

-Pero hay que tener en cuenta que este ejemplar no tiene a nadie vivo que pueda hacerse cargo de ella. ¿Quién pagaría su tratamiento? -respondió la primera mujer que habló.

-Podemos ponerla como modelo de estudio -comentó otro de los hombres- y veo que está señalada como caso especial. –añadió observando, y señalando la pantalla que el otro tenía en sus manos.


¿Que futuro puede encontrar una persona que, ante una grave enfermedad, es cryopreservada y devuelta a la vida en un futuro desconocido?

Valdrá la pena o se encontrará ante una realidad, no solamente desconocida, quizás tambien insufrible.


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